Lecciones de mi Padre

Por: Rich Harding

Convertirme en padre cambió toda mi vida (¡fiel al cliché!). Comencé a pensar más y más en la paternidad y como resultado en la figura paterna en mi vida.

Soy muy afortunado de tener un gran padre, que invirtió tiempo y esfuerzo desarrollando su relación con cada uno de sus hijos. Realmente fue un gran ejemplo en mi vida y se convirtió muy rápido en uno de mis mejores amigos. ¿Qué es lo que tiene mi papá que me encanta y que me inspira a imitar? Lo resumo en tres cosas.

Algo que me encanta de mi papá es que era el Proveedor de la familia. La Biblia dice: “porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo”. Son palabras fuertes del más prolífico escritor del Nuevo Testamento, unas que traen un poco más que solo convicción. Pero en lo que a mi papá concierne, definitivamente trabajaba duro.

El problema es que hoy en día muchos hombres usan esto como excusa para evitar sus otros roles como papá, usan con frecuencia la carta de proveedor para escapar sus otras responsabilidades. ¡Pero no mi papá! Nunca proveyó para la familia a nuestra costa, sino a la suya. Mi papá fue profesor durante muchos años mientras era también pastor y padre. Mirando hacia atrás siempre me preguntaba cómo hizo. Sé que los profesores del colegio con frecuencia tienen mucho que hacer después de la jornada escolar, pero nunca recuerdo que él hiciera algo en casa. Una vez le pregunté al respecto y esta fue su respuesta: “Oh, no. Siempre me aseguré que cualquier cosa que tuviera que hacer, la haría después de que te acostaras a dormir, o antes de que despertaras”.

¡Un buen padre trabaja para proveer pero nunca a costa de la familia! 

Mi padre fue también un maravilloso Jugador (no de la manera en que lo imaginas). Le encantaba jugar con nosotros, pasaba horas construyendo naves espaciales con cajas de cartón, o grandes trenes, o se inventaba juegos de rol en los que jugábamos como nuestros personajes favoritos (¡siempre se sacrificaba y era el malo!). Eso me encanta de mi padre, y pienso que esa es una de las razones por las que incluso hoy es uno de mis mejores amigos. Estoy seguro que había muchas veces en las que estaba cansado y no tenía muchas ganas, pero nunca lo demostró. En lo que a mí concierne, le encantaba pasar tiempo con nosotros, ¡y por eso lo amamos!

Como ‘buenos’ padres siempre estamos pensando en suplir las necesidades de nuestros hijos. A veces pensamos que ayudarles con la tarea o poner algo de comer en la mesa y darles un techo es suficiente, pero a un niño no le interesan mucho esas cosas. ¿Qué es lo único que quieren hacer?… Jugar. Es su manera de relacionarse y divertirse. He aprendido esto con mi hijo mayor, Noah, que parece que tiene más energía que un cachorro con cafeína y no se detiene hasta estar dormido. Su frase favorita es: “¡Juguemos papi!”.

Jugar significa ir a su nivel y hacer lo que ellos hacen y disfrutan. Si tienes problemas para conectarte con tus hijos, o piensas que siempre están siendo difíciles, intenta hacer lo que ellos quieren de vez en cuando, en lugar de decirles lo que tú quieres que hagan. Un gran padre suple todas las necesidades de sus hijos, no solo las que él piensa que debe suplir. Siempre recorre la milla extra y aprende a jugar con ellos en su nivel.

La última cosa que me encanta de mi papá es su ejemplo en el ministerio. Es un gran Predicador, no uno que hacía “el ministerio” a costa nuestra y de la familia. Mis padres siempre nos incluían en lo que estaban haciendo en la iglesia. Íbamos a todas las reuniones, y si teníamos que hacerlo, aprendimos a dormir en una cuna portátil en la parte de atrás de la reunión. Pienso que muchas personas pensarían que hacer eso es ser un terrible padre. Piensan que la paternidad es proteger a los hijos y asegurarse que todo esté perfecto para ellos. ¡Solo puedo decir que a mi papá le funcionó! Y fue en esa atmósfera que aprendí cómo relacionarme con Dios por mí mismo.

Recuerdo una reunión en particular a la que mi papá me llevó. Era un viernes y yo tenía alrededor de ocho años. Durante el tiempo de ministración al final, me senté como por media hora en la atmósfera de adoración. En ese tiempo de oración fue que aprendí por primera vez a escuchar y a identificar la voz de Dios. Solo piensa, si mi papá hubiera pensado que era muy tarde para mí y me dejaba en la casa, nunca habría tenido esa experiencia. Me habría tomado años llegar a ese punto en mi caminar con Dios.

La Biblia dice en Malaquías que la razón por la que Dios une a un hombre y a una mujer es levantar una descendencia para Dios. No dice que levantemos ciudadanos respetables que respeten la ley –aunque esté implícito– sino mucho más que eso. Se trata de enseñarles a nuestros hijos acerca de Dios, quién es Él y cómo nos podemos relacionar con Él, y luego ayudarles a encontrar su lugar en el cuerpo de Cristo. Ese es el trabajo más importante como padre. Gracias a Dios tuve un padre que estuvo dispuesto a involucrarnos y entrenarnos en el camino que debíamos ir. ¡Le debo mi vida y ministerio por eso!

¡Los grandes padres recorren el camino junto a sus hijos, los ayudan a aprender y a relacionarse con Dios, y también a hacer el ministerio mientras lo hacen!

Para resumir lo que he aprendido de mi papá sobre la paternidad: hay tres cosas que debemos esforzarnos por hacer y por involucrar a nuestros hijos: Proveer, Jugar y Predicar. Haz estas cosas como hizo mi padre y estarás dando un gran paso en criar hijos de los cuales puedas estar orgulloso, y a cambio tener su respeto y amor.