Cómo ser mamá de un par de prejuveniles y no morir en el intento…

Quiero empezar contándoles que soy la feliz mamá de un par de prejuveniles:  Samy de 12 y Aleja de 14. Mis hijos me han llevado a crecer en la fe, en el amor y sobre todo en la paciencia. Una paciencia que en algunas oportunidades parece agotarse, pero que luego se fortalece cuando me digo a mí misma: “¡KEEP CALM!  Están creciendo, están madurando, es sólo una fase, ya van a cambiar…” Pero la verdad; la que ha crecido, madurado y cambiado soy yo, y bendigo a Dios por ello.

Mis hermosos prejuveniles me han llevado y me están enseñando un amor práctico, sencillo y que todo lo puede. Me han enseñado a disfrutarlos, a relajarme y a entender que no moriré en el intento de ser su mamá.

Durante 11 años fui una mamá como la mayoría: salía muy temprano a trabajar y regresaba a casa en las horas de la tarde-noche para jugar con ellos  un rato y a revisar tareas. Conté con la fortuna de tener a mi lado el apoyo de una abuela alcahueta y una nana que los amó y malcrió por más de 10 años.

Sin embargo, llegó el día en dónde tuve que enfrentar una hermosa realidad que me golpeó mucho: volver a casa y asumir el rol de madre a tiempo completo.

Me llevé una gran sorpresa al saber que los chiquitos que cuidaba en la noche, por quienes trabajaba y me desgastaba intentando ser la Mamá maravilla (muchas me entienden)  y a quienes trataba de complacer los fines de semana, habían crecido y eran unos perfectos desconocidos para mí.

Descubrí, por ejemplo, que a Samy ya no le gustaban los carritos de Cars, ahora sólo quería fútbol. Que los guayos de Messi no eran los mismos que los de Ronaldo y mucho menos los mismos que los de Neymar.

Descubrí que Aleja ya no quería muñecas sino que anhelaba preparar Cupcakes y hablar a solas conmigo durante horas y horas de temas que yo consideraba sin importancia.

En conclusión, descubrí que necesitaba volver a conocer a mis hijos, entender sus cambios y estar lista para escuchar y direccionar. Y, lo más importante, reconocí que necesitaba de la dirección y sabiduría de Dios para hacer de mis hijos jovencitos que …”crezcan en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y con los hombres” (Lucas 2:52).

¡El consejo que quiero dejarte hoy es que te tomes el tiempo de compartir y escuchar a tus hijos cada día! Ellos crecen muy rápido y para brindarles lo que necesitan debemos crecer con ellos.

Hasta la próxima, con Amor…
Luisa del Río