Protegiendo nuestros niños

Por: Rich Harding

Hace algún tiempo tomé el teléfono para llamar a mi hermana. No la llamo con frecuencia, así que me sorprendí cuando escuché entre gritos y lágrimas: “No puedo hablar ahorita, te llamo después”. En ese momento me colgó sin esperar a que le respondiera. Esto me tomó por sorpresa; conociendo a mi hermana, sabía que tenía que estar  sucediendo algo serio para que hablara de esa manera. Intentando no pensar mucho al respecto, rápidamente oré y coloqué la situación en manos de Dios.

Ella me llamó unas horas después para explicar la situación. Había estado en el parque con sus hijos y con otra familia de la iglesia. Los niños estaban jugando con unas ramas, golpeando árboles, cuando a uno de sus hijos se le soltó la rama de la mano. En un tiro casi imposible, la rama golpeó a su amiga de la iglesia, dejándola inconsciente al instante. Los padres entraron en pánico y llamaron una ambulancia, temiendo que lo peor. Para resumir la historia, la niña estaba bien y no tenía ninguna lesión seria (una cosa que he aprendido es que los niños son mucho más fuertes de lo que reconocemos). 

Pero… ¿Y qué con el hijo de mi hermana? ¿Cómo se sentía? En el momento en que el palo golpeó a la niña y cayó boca abajo, obviamente pensó lo peor: que de alguna manera había acabado con su vida. Él estaba a su lado, asustado por las consecuencias de un accidente que pudo pasarle a cualquiera. Sin embargo, estos son los momentos que el enemigo aprovecha para intentar tomar ventaja.

¿A dónde quiero llegar con esto? Muchas veces nos preguntamos cómo podemos proteger a nuestros hijos de este tipo de situaciones. ¡Algunos padres piensan que la solución es el uniforme de fútbol americano! Asegurarse de que nada malo pase a nuestros hijos. El problema es que esto es producto de un temor en el padre, que el enemigo usa para crear la misma situación a la que tememos.

¿Qué dice la Biblia?

“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor.”  1 Juan 4:18.

Cuando mi hermana me llamó esa tarde, estaba conmovida y, sabiendo que la otra niña estaba bien, le preocupaba su hijo. ¿Cómo se lo iba a tomar? ¿Cómo se podía recuperar de las emociones que experimentó en ese momento? Al principio no tenía idea de qué decirle, ¿qué puede decir uno en esa situación? Luego sentí que Dios colocó ese verso en mi corazón: “El perfecto amor echa fuera el temor”.

¡La solución es siempre el amor! No el amor condicional o emocional del mundo, sino el amor de Dios: ¡el perfecto amor! ¿Cuál es la forma de amor más perfecta que Dios nos ha dado aquí en la tierra? El amor entre un hombre y una mujer, un amor incondicional que refleja la misma naturaleza de Dios, el amor de un pacto. Es una decisión y produce una gran seguridad y confianza a cualquiera que lo recibe. La mutualidad del amor marital es importante no solo para los esposos, sino para toda la familia.

Le dije a mi hermana: “Lo mejor que puedes hacer es amar a tu esposo y amar a tu hijo”. ¿Por qué en ese orden? Porque los hijos no creerán que tu amor es incondicional hasta que te vean demostrarlo. Cuando amas a tu cónyuge en las buenas y en las malas, cuando eres fiel sin importar lo que pase, tus hijos lo verán y creerán cuando les digas que los amas.

Esto crea una atmósfera de amor que es integral para la crianza de un niño y me atrevería a decir que es lo más importante para un niño. Esta atmósfera creará un círculo de protección, una especie de barrera espiritual alrededor de toda tu casa. Quebranta el amor y el círculo se quebrantará; mantenlo, y tus hijos estarán seguros y protegidos dentro de la muralla familiar de cualquier temor o falla que quiera tomar el control.

Al final del día, después de muchas lágrimas, mi sobrino tenía temor de que todos estarían molestos con él. Cuando vio el amor y perdón que todos le demostraron, entendió que era amado incondicionalmente y cualquier posible marca que quisiera quedar se desvaneció.

¡El perfecto amor verdaderamente echa fuera el temor!